lunes

El olor a cigarrillo tiraba abajo la casa. La música sonaba al mismo volumen pero ya era de día. Cuando el sol entra a los interiores las cosas se ven peor. Se ven sus terminaciones. Se ven sus contornos con mas nitidez. Las cosas se muestran tal cual son y eso es muy agresivo. Por eso no tomo alucinógenos. Los alucinógenos me hacen bailar en un pasadillo de resplandores y me charlan, me dicen: "acá está toda tu mierda compacta y se ve brillante y contorneada de la mejor manera. Acá están todas las cagadas que te mandaste, te las vengo a mostrar y a no dejarte de recordar que todavía no ha pasado nada. Todavía no ha pasado nada porque todo lo que hacés es ir ejercitando una rutina en la que te vas moviendo y vas cansándote. El cansancio te impregna. Todos los días te levantás en el cansancio, caminás en el cansancio, te acostás en el cansancio y todos los días son iguales. Ojalá te vayas al carajo."
Hay un póster colgado en la pared central del cuarto donde suceden los eventos antes dichos. El póster dice: "MI PEOR ERROR EN LA VIDA ES HABER DADO DEMASIADA ATENCIÓN A PERSONAS QUE NO VALEN LA PENA". La palabra "peor" está escrita en naranja, "Atención" va con una tonalidad del colorado fuerte al bordó y "pena" en verde. Son esas frases que se viralizan a través de grupos de facebook. Yo tenía el cuerpo endurecido a pesar de las horas que habían pasado desde la medianoche. Eran las 6 de la mañana. Estos chicos seguían con mucha energía para intercambiarse. Me fui al baño a ver cómo tenía la cara y el peinado. No hay forma de poder reestabilizarme solo lavándome la cara pero al menos sacándome las lagañas de los ojos y peinándome las cejas, algo pueda empezar a ordenarse, aunque sea minimamente. Busco mi celular porque sé que en mi casa pueden preocuparse por mí. Mucha gente muere en las fiestas de fin de año. Sé que debería jugarme por un destino incierto, de una vez por todas. Saber regular la carga que me produce que los demás se preocupen por mí. Mi destino incierto. Largo como el puñal plateado que se mete entre dos partes de un campo y se convierte en una carretera. No sé quién va a cuidar de mí pero tendría que soportar llevar conmigo el dolor de mi madre cuando no estoy. Puedo volver a las 6 y 30 de la mañana, cruzar calles cubiertas de cohetes explotados y botellas rotas, estalladas por explosiones. Puedo volver a mi casa tranquilizar los ánimos. Aunque sé que eso no es suficiente.
En la casa en la que estoy no hay gente adulta que termine con esta fiesta. Ese detalle me llena de indignación porque significa que voy a tener que ser yo quien le de fin a esa mierda adolescente. Entro al cuarto y todos siguen en la misma. Repiten los movimientos con ritmo hipnótico. Ya no hacen lo que estaban haciendo al principio, solo mantienen las formas. Porque, si no, ¿cuál sería el próximo paso? Entonces sí, mi decisión es la correcta, tengo que terminar con ese ritmo porque si no lo hago van a quedar aislados motorizando una energía perdida.

jueves

Ahora voy caminando por un pasillo libre que dejan las cañas de azúcar. Un rifle me baila colgado en la espalda. Yo siento que llevo una guitarra para cantar sobre un escenario alguna canción. En la mano tengo un bidón cargado. Los cuerpos están desparramados entre los surcos. Algunos están por la mitad. Los chanchos que comen la maleza están muy contentos. Veo la esperanza en los ojos de los chanchitos bebés. Pronto van a crecer y van a enterrar el hocico hasta arrancar las raíces de los cultivos. Volarán avionetas rociando veneno para ahuyentarlos y ellos se esconderán en sus cuevas y luego saldrán mas fuertes y nada de lo que haya en el mundo será bondadoso para ellos. Con los perros sueltos pasa lo mismo. Corren entre los cañaverales, agitados, muertos de sed y de felicidad porque sienten que un aire, una mano invisible, una luz suprema, algo que no pueden oler ha venido a ordenar de justicia a los campos. Los amos están tirados en el piso. A algunos les falta la cabeza, otros están desmembrados en la zona de los brazos y las piernas. Las piezas que les faltan a los cuerpos fueron a parar a un festín organizado por los chanchos y los perros y algunas aves perdidas que revoloteaban de paso y decidieron quedarse unas noches a pasarla bien.
Yo sé que el resto que sobrevivió está esperándome. Sé que están escondidos en la zona. Ellos conocen el territorio mejor que yo. Lo estudiaron antes. Yo no quise. Por eso camino camino con mi rifle y mi bidón y una linterna prendida agarrada a la cintura. Tal vez están usando largavistas. Teleobjetivos. Y tal vez yo no pueda verlos porque ellos están a una distancia que no me permitiría descubrirlos si no uso algún aparato con zoom. Decía que camino sabiendo que pueden dispararme a la espalda. Porque si los tipos usan aparatos para visualizar con mayor alcance el campo de acción ¿qué les impediría usar armas con munición de mayor alcance y miras automáticas? Si me dan, me dan. Esa es la conclusión con la que camino con mi rifle al hombro. A veces piso un bulto blandusco y lo miro. Son partes que antes eran cuerpo humano. Algún tejido descompuesto. Resbaloso como la textura de la gelatina. Mezclado con hormigas negras gigantes y una comunidad de insectos que nunca antes había visto. Otras veces decido ni mirar qué es lo que voy pisando. No quiero dudar entonces sigo caminando en una única dirección. Pienso que los tipos que me están espiando pueden disparar cuando se les de la gana.