miércoles

En las épocas que trabajaba para la oficina llevando y trayendo papeles había llegado un momento en el que los tres ambientes quedaban chicos para la cantidad de cosas que tenía adentro. Alquilaron un monoambiente vecino, y así como fue entregado el departamento, con el piso de madera sucio de tierra que se sopla fácil, empezamos a meter papeles ahi adentro también.
Yo era el que llegaba primero por las mañanas y cada vez que abría la puerta, me parecía ver un bulto negro que se escondía apenas prendía la luz. A veces lo encontraba pegado a la puerta de entrada. Me esperaba. Empecé a entender sus señales, sus formas de querer comunicarse conmigo. A medida que pasaban los dias, abría la puerta con mayor velocidad logrando dispersar una onda de viento que hacia volar algunas pilas de papeles, pero aun asi, tan ingenuo como soy, no lograba dejar de notarle algún contorno. Ese contorno me avisaba que el bulto negro seguía ahi. También podría haberse interpretado como una nube de humo negro o como una bola difusa de energía concentrada, que de todos modos, para mí, ya cumplía el rol de un animal peligroso encerrado en una oficina del centro.
Me es muy difícil explicar el nivel de miedo que me producía esa aparición negra y movediza. Podría decir, ponéle, que era algo parecido a imaginar lo que sería tocar a un cocodrilo. Acercarle una mano sabiendo que lo hacés con miedo y que la inminencia del mordiscon es insoportable. No podés tocar al cocodrilo porque sabés que sos una personita que, con un miedo tremendo, va a tocar algo que no conoce. Porque al tocarlo, si sos medio boludo, vos crees que ya resolviste el miedo al cocodrilo. Pero como en el fondo no sos tan boludo, entonces sabés que algo deforme podría suceder y las cosas quedan así. Vos y el cocodrilo esperando que caiga un rayo y parta el departamento en dos, así vos te puedas escapar y el cocodrilo quede en libertad.
Igual esto no era algo que tenga forma, ni siquiera podría decir que era algo vivo, solo era una mancha negra en la visual que me esperaba todas las mañanas detrás de la puerta de la oficina y que cuando abría la puerta, se deslizaba dejando solo un pequeño borde negro como mensaje.
En el ultimo tiempo que trabajé en esas oficinas, todos los días me levantaba cada vez mas cansado. Yo le atribuía a la mancha negra todo este resultado. Había elaborado una explicación que tenia que ver con que el bulto negro era un mensaje que venía a advertirme sobre la muerte. La progresividad de mis cansancios eran los peldaños que iba subiendo hacia la falta de vida absoluta. Sin embargo, ningún otro habitante de la oficina experimentaba fatigas ni malestares, por lo tanto, decreté que la mancha negra era un ave voraz que quería mi cabeza.
Cuando se cumplía mi horario de trabajo, volvía a mi casa a intentar dormir. Me ponía objetivos que evolucionaban a medida que pasaban los días, por ejemplo, irme a dormir cada vez mas temprano. Nunca pude hacerlo y en cambio, me ponía a  hacer cosas nada precisas o arreglaba detalles de la casa que no generaban un cambio significativo.
Pasaba lo mismo cuando era el ultimo en irme de la oficina. Apagaba todas las computadoras, desenchufaba la cafetera (un dia se me ocurrió que quizás el problema era que los aparatos que quedaba enchufados emanaban una corriente que rebotaba durante la noche por todas las paredes y que al otro día, al darle luz, ese corriente se concentraba y se formaba la bola negra), bajaba las persianas y cuando apagaba el ultimo foco, ponía un pie en la salida y dejaba otro adentro del perímetro de la oficina y me concentraba a mirar para adentro, en la quietud, si algo se movía. Pude ver la totalidad de la bola negra abrazando todo el espacio, incluyéndome.  

viernes

Un titular del diario con el que están haciendo torniquetes para mezclar con el carbón dice: "EXTRAÑOS REMOLINOS ATERRAN A UN PUEBLO DE SANTIAGO DEL ESTERO". La nota es corta y la leo antes que se vuelva torniquete:

"El remolino da la sensación como si la tierra estuviera siendo atraída por una fuerza extraña", indicó uno de los viejos pobladores del lugar y aseguró: "Nunca antes vivimos una situación parecida, menos tan prolongada como este viento que no tiene explicación".
Diversos meteorológos consultados sostuvieron que el fenómeno "puede ser provocado por las altas temperaturas y sequías, formando lo que los lugareños llaman remolinos de demonio". (Télam)

Me gusta verlos producir y generar cosas. Admiro la fuerza de voluntad, porque no sé, yo no la tengo. Mas bien, creo que en algún lugar algo hay, pero no puedo dirigirme hacia esas fuerzas. Por ahí, en otro momento, hubiera tenido rabia y hubiera deseado que les vaya mal, pero ahora, qué se yo, que hagan cosas es mejor, así me entretienen. 
Les deseo mucho éxito. Un arrasador éxito que los embista y no los deje parar. Les deseo mucho progreso y que sus proyectos lleguen a un fin aun mas productivo que al anterior. Que alguien les pague por lo que hacen y que puedan vivir de eso. Que brinden, que se abracen, que charlen sobre sus logros, que se sientan superiores. Que torniqueteen todo lo suficiente como para no parar nunca mas una rueda loca que se deslice y cruce las fronteras. Eso sí, espero que si la rueda pisa las tierras del pueblo de santiago del estero, el remolino del demonio se porte bien y se haga a un lado. Espero que crezcan. Que superen sus producciones y que ganen muchísima plata. Que se compren ropa cara y se muden de la casa de sus padres. Que den notas en los diarios locales y que las levanten en diarios nacionales. Que  productores de la capital les manden mails, interesados en sus obras, y les propongan salir de acá. 
Va a ser una forma de vida distendida, ocuparán lugares de trabajo que los haga sentir bien, tan bien, que ni van a sentir que están trabajando. Después, dios nos escuche, salgan en la tele y el evento de la tele se convierta en otra nota de un diario. Y que las familias guarden el diario del día en que los chicos aparecieron. Y después, unos años mas tarde, venga alguien y los use para hacer un asado. Un asado que no es solo un asado. Un asado que está rodeado de un evento que trasciende al asado. 

jueves

Bajé sin los diarios y la galería estaba cubierta de parlantes, caballetes y demás artículos que acaban de aparecer. Había llegado la banda del karateca. La clásica agrupación constituida por hombres y mujeres jóvenes que con esfuerzo y dedicación producían un evento circundante al asado. Al parecer las cosas se daban de ese modo.
Un asado era un llamado para montar mini eventos alrededor de él. El karateca hacía esfuerzos buena onda para integrarme al grupo para que así, de tal manera, haya un nuevo integrante buena onda mas. Mi mal humor no me permitía la lucidez suficiente como para ser adulto y charlar o interesarme sobre las cositas que iban produciendo. En cambio, me dediqué a confrontar y a no entender sus motivos. Igual pude observarlos, ahí, tan concentrados en enchufar cables y mover de acá para allá adminiculos.
Concentrados en sus tareas y muy sueltos y relajados, algunos largaban risotadas de excitacion y otro operaban en silencio.
Las chicas pintaban carteles con tempera sobre cartulinas y después los pegaban en lo alto de las paredes y los enmarcaban con guirnaldas. Un grupo preparaba el  acompañamiento de la carne en la cocina mientras discutían sobre las bandas de reggaeton que elegía el que tenía el rol de DJ. Pregunté, cómo pude, qué estaban haciendo y al pasar me contestaron que armaban una tocada. Que al final la banda que se había formado en la noche de navidad se había copado y querían seguir con el proyecto.
Me gritaron desde la esquina del asador dónde tenía los diarios y les dije que no había encontrado nada. El problema se resolvió rapidísimo. Uno de los chicos, descalzo y en bermudas, subió a la misma habitación a la que me habían mandado, trajo la pila de diarios  que yo no me había animado a tocar y la dejó sobre la mesada.
Completaron el armado del fuego y todos transpirábamos cada vez mas. Goteábamos con facilidad. Pero la cuestión no era preocupante. Los hombres quedaron con el torso desnudo y las mujeres se pusieron bikinis.
Tema resuelto.

sábado

Me habían mandado a buscar papeles para el fuego. Tuve que subir a las habitaciones del primer piso y entrar al cuarto donde guardan ficheros de lata de colores verdes y grisáceos contenedores de carpetas de cartulina de color, una biblioteca que ocupa toda una pared, desde el piso hacia el techo y dos escritorios montados uno sobre el otro. En las partes sin muebles, había cajas de diferentes tamaños cubiertas de capas gruesas de polvo denso, negro; camino a ser una bola de pelos y pelusas. Yo tenía que encontrar una pila de diarios, que según el karateca estaban ahí, metidos entre los estantes y los escritorios. Algunas cajas tenían sus tapas abiertas y podía ver tapas de revistas científicas escritas en ingles. Al pasar a vista de caja en caja, en espacios pequeños y vacíos encontraba adornos poblados de mugre fosilizándose. Ademas de los adornos a los que no le podía distinguir el diseño ni el lugar de procedencia, encontré medallas engarzadas en pedazos de madera, como portarretratos. Eso era claramente un galardón, un premio que alguien esa casa se había ganado. Cuando encontré la pila de diarios, tuve la sensación que alguien los guardaba por algún motivo y que, por ende, no tendríamos que usarlos para prender el fuego de un asado. Dudé un tiempo muy largo que me sirvió para mirar con detalles el resto de la habitación. Aparecían mas cajas y las pilas de revistas sobre arte y tecnología aplicadas a la informática, escritas en ingles y en alemán se repetían en otras zonas de la habitación. 
Pensé que ni en pedo iba a hacerme responsable de sacar un diario que estaba guardado ahi adentro, y al salir de la habitacion, vi una revista abierta que decía esto:






Me pareció curiosa la elección  del ejemplo que usó el autor. Quién será el tipo que escribió esto. Qué habrá estado haciendo mientras escribía este libro. Cómo será su cara y su cuerpo, en general. Porqué Lewis Carroll. Cuál es el motivo de, ademas, insertar un gráfico de la escena. La figura me da miedo. Los trazos del dibujo son lineas negras, débiles y rectas que usan el contraste del blanco original de la hoja para darle forma a los cuerpos de esos horribles mellizos. Poblar la escena de un bosque difuso, donde no se ven las copas de los arboles pero, en cambio, sí, el inmenso grosor de los troncos; lo que te hace imaginar por adhesión, que sus raíces son deformes y gigantescas y cubren todo el suelo del bosque con trampas mortales. Los mellizos son el mal y la destrucción. Lo veo en la comisura de sus bocas de sapos humanoides. Todo en sus caras incita a que veas las lineas que están dirigidas hacia abajo, hacia abajo de la tierra, hacia abajo de todo. No me gustan las caras de esos dos gordos pelotudos. Ni me cae bien ni me seduce esa pequeña niña que, al parecer, tiene unos rasgos perfectos y un pelo fantástico. 
Cierro la puerta del cuarto y me pongo de mal humor. Me parece que me tienen harto. Me parece que estoy empezando a aburrirme demasiado. 


domingo


"IGUALDAD - LIBERTAD- COMUNIDAD"

Para sostenernos uno al otro habíamos propuesto tres ideas por las que nos regiríamos en todo momento y bajo cualquier circunstancia. Nuestro frente de ataque podría expandirse pero aun no lo teníamos muy en claro. Necesitábamos medirnos con la vara de la libertad en nuestras acciones; en cuanto a la munición y en todo lo que tenía que ver con el uniforme. Pero para ser libres necesitábamos colaborarnos, complementando las ideas de uno con las ideas del otro. Queríamos un universo de expansión y fugas. Estaríamos en diferentes lugares en una misma hora. Estaríamos usando diferentes vestuarios y ejerciendo múltiples trabajos en ciudades muy alejadas. Todo en una misma hora. Un hombre de traje y pañuelo al cuello sentado en un restaurante, tomando un copa de vino, habla con dos mujeres sobre diferentes temas. Van pasando de una cosa a la otra sin concluir ni cerrar nada. El mismo hombre a la misma hora es visto en un boliche frecuentado por adolescentes, usando una remera escote en V, anteojos espejados y botas tejanas, tomando champan con Speed sobre la barra y hablándole a dos chicas sobre temas diferentes, variando en su calidad y su extensión, contando aventuras de dudosa procedencia, pasando de una cosa a la otra sin concluir ni cerrar nada.

martes

Me senté en la cabecera de la mesa porque era algo que nunca había podido hacer con mi antigua familia.
Esta gente, en cambio, no tenía problemas con el status marcado por la silla que se ocupe. Así que una sensación reconfortante me atraía al asiento, era un mensaje de libertad. Esa silla era muy cómoda  y las piernas y los pies descansaban de mí y del resto del cuerpo.
Tan a gusto en la cabecera, vi sobre la mesa botellas de cerveza y diferentes tipos de vinos listos para mi elección. Me acercaron un vaso de trago largo, de vidrio poderoso y entonces me pareció que tenía que tomar esa cerveza helada como en muy pocas casas se puede encontrar.
Empecé contando fragmentos desordenados sobre el trabajo que hacía cuando vivía en Buenos Aires. Los pedazos de las historias iban ensamblándose sin que yo pueda evitarlo.
Conté sobre los papeleríos. Una oficina de tres ambientes llena de papeles que describían algún motivo. Los motivos parecían variados pero finalmente todos terminaban igual.
Pregunté si se podía fumar y a nadie le importaba que el living se llene de humo. Me pareció una situación excepcional en comparación con las medidas de salubridad que toma la gente con sus casas hoy en día. Fumando cuento mejor las cosas. No sé qué en el tabaco me da energía y no me permite desanimarme mientras cuento la historia. En general me desanimo cuando voy por la mitad. Las mitades son terribles para mí, no sé manejarlas; las tiro para cualquier lado y después cuando quiero recogerlas, al menos una, ya está perdida.
Me preguntaban sobre los típicos temas llamativos. La cárcel, los presos y los delitos sexuales. Qué se yo sobre esas cosas, ni idea, yo solo era un empleado que llevaba papeles de un lado a otro tratando de hacerlo en el menor tiempo posible, para así, ganar mas tiempo en donde se pueda meter otra cantidad extra de papeles.
Pero había una imagen asociada a la cárcel que veía con mucha frecuencia. Mientras iba camino a llevar y traer papeles, siempre pasaba por una de las puertas laterales de los tribunales. En ese lateral había un portón de lata y hierro que se usaba para entrada y salida de los presos que eran llevados a declarar.
La vereda se llenaba de mujeres con hijos y bolsas de plástico esperando apoyadas sobre el portón.
La vereda era angosta y siempre estaba ensombrecida por los camiones de traslado de los internos y un par de autos patrulleros de refuerzo.
Los custodios de los camiones se miraban con las mujeres de los presos y sus hijos pero nadie hablaba, al menos nunca se hablaron mientras yo pasaba por el medio.
El suelo quedaba como terreno de circo. Húmedo de líquidos mezclados de vaya a saber qué procedencia. Algo así como leche, con jugos artificiales de colores y la pis de los hijos en la edad que ya no usan pañales; entonces las madres para no alejarse del portón, les enseñan a a hacer pis contra la pared de mármol.
Nadie les levantaba la voz ni nada de eso.
Colillas de cigarrillos mezcladas con el agua marrón estacionada en el cordón cuneta.
Miles y miles de papeles de golosinas, casi todos envoltorios de golosinas muy baratas pegajoseandose sobre tarjetas de abogados que pasan y se tiran un lance.
El momento en el que se abre el portón es un tiempo incierto y la expectativa se convierte en un rush de adrenalina fatal. ¿Quién saldrá? ¿Será tu marido? ¿Será el marido de tu vecina? Algunas van porque sus hijos están metidos adentro y llevan de la mano a sus nietos para que el padre los salude al pasar entre el portón y el camión.
Los que no tienen ni esposa ni madres siempre tienen alguna prima cariñosa que les hace el aguante o alguna noviecita que va a escondidas y se para un poco mas alejada del portón.
La cuestión es que cuando se escucha un crick que hace la tranca que está puesta por el lado de adentro del portón, el murmullo crece y el amontonamiento se pone caótico. Hijos chicos tienen que agarrar fuerte la mano de la mujer con la que vinieron.
A los detenidos no les tapan las caras para que puedan hacer contacto visual con sus familias pero sí van esposados con las muñecas hacia atrás y escoltados por dos guardias. Se gritan cosas. Se tiran mensajes. Corren alguno códigos transformados en números o nombres de gente que no existe.
Como hay mucho griterío, asumo que el preso al salir, en ese corto tramo entre el portón, la veredita y la entrada al camión debe estar en su máximo poder de concentración para escuchar el mensaje.
Porque después se cierran las compuertas del portón (que parece automático pero está manejado por dos oficiales de seguridad que manipulan el mecanismo de seguridad) desde unas sombras del interior de tribunales.
Y luego cierran las puertas del camión de traslados.
Algunos se trepan para mirar por unas ventanitas enrejadas y saludan a donde pueden.
Las mujeres y los hijos les responden. Y eso es todo. Hay que esperar hasta la próxima.
La vereda queda despejada e intransitable por la cantidad de basura acumulada.
¿Eso es todo? me preguntan en la mesa
Sí.
También puedo contarles la historia del gaucho que entró a tribunales con un sombrero medio brilloso y hablaba del indio Solari. Pero no sé si tendrán ganas.

miércoles

Me gustaría que me busque toda la policia. Que haga un rastrillaje detallado. Tener a todo un aparato mas o menos de considerable tamaño, pendiente de mí. En connivencia con la prensa. Saber que en cada televisor habrá un periodista mirando a camara y explicando las cuestiones de mi fuga. Que la gente en sus casas piense en la idea de un delincuente suelto que puede entrarles a la casa. Yo abro mi cerveza. Abro mi bolsa. Prendo mi cigarrillo. Miro por las ventanas de las casillas en altura a la traffic pasar poran la autopista. Me buscan por las zanjas del costado de las rutas. La mañana está despejada y dos chicos toman cerveza mirando a la autopista del Oeste. Yo voy pasando de casa en casa y comiendo lo poco que me ofrecen. Si tuviera largavistas los usaría para mirarlos cómo hacen que me buscan. Pero me pone triste el hecho de saber la verdad. Porque yo sé la verdad y ellos tambien pero hacen como que no. Construyen todo lo posible que puedan construir para hacerme creer que me buscan. Y eso es un bajon horrible. Me ponen mal. Me gustaría que me encuentrenn ahora. Estacionen una camioneta gigante y prendan las luces altas directo a mi cara. Que me apunten, al menos dos o tres oficiales, y yo no poder mirarlos porque me da la luz en la cara. Que me avisen por altavoz que están por delante y que estánpor detrás tambien. Todos apuntandome. Y que se lancen a llorar todos los bebés dentro de sus casillas. Y que los perros se arrollen unos con otros y peleen en el espacio que hay entre el movil policial y yo. Que se escuchen cómo se cargan las armas de todos los socios que tengo en cada una de las casillas. Ellos cargan y sus mujeres esconden a los bebés. Todos disparamos. Disparos cruzados de la tierra a las ventanas del segundo piso. Al techo de la camioneta le llueven los puntazos de plomo que hacen chispas cuando rebotan en la chapa.