domingo

es re caro. no, pero no me importa.

después de un largo tiempo de gustar del whisky, probé el que me faltaba sacar de las gondolas del súper local -teniendo en cuenta que nunca viajé a las tierras originarias del whisky-, extraña feliz sensación cuando mi lengua no reaccionó ante la picazón del alcohol y ese gusto final acaramelado y esa tonalidad cobriza, liviana y redonda. la sensasión más cercana a la convicción fue tomar dos chivas y sentir los sesos sumergidos en una pequeña marea. y qué es eso que se siente cuando se está convencido de algo - lo que acaba con el problema de las alternativas-. la soledad áspera -no la buena soledad ni la necesaria- se borró de mi corazón por al menos unas horas.

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