jueves

Uno de los hombres rudos se para a mi lado y me dice en voz baja: la chica es hermosisima y tiene una infinita cara de culo. Mirála cómo trata a la gente. Mirála, tiene mucho odio ¿Cuánto odio puede tener una chica tan linda para darnos? Me gustaría preguntárselo ¿Por qué sos tan bella y por qué odiás todo lo que mirás?. No tendrías que pasarla mal. Para qué. Las mujeres que están tan buenas como vos solo deberían andar por la vida cagándose de risa. Bajándole la caña a todos los muchachotes fornidos y guitudos que se les crucen.
Se ríe y se le pone la cara colorada. Colorada como los alcohólicos. Como un cerebro que va a estallar contra las paredes del ascensor. Casi veo la velocidad por la que corre la sangre a través de sus venas. Se ahoga de la risa. El esmalte de sus dientes es amarillo. Es completamente amarillo. La chica lo mira y comienza a reírse también. Los dientes de ella son blancos y están ubicados todos donde tienen que estar. No hay falta de armonía en las hileras de sus dientes. Su sonrisa se sostiene gracias a la oblicuidad de su dentadura. Veo un prado fresco gracias a la menta y a los limones. Eso es lo que veo cuando la chica sonríe. Y también veo una caverna de la que entran y salen unas ratitas amarillas. Picarescas y desagradables, jugueteando entre ellas. Eso es lo que veo cuando el policía me muestra sus dientes. Y él lo sabe y le genera un inigualable placer.

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